Y, entonces, los momentos desguarnecidos. Topamos con la certeza de que, tarde o temprano, vamos a estar inequívocamente solos, aunque sea por un instante, y esa cercanía con la muerte arde como una brasa rebelde.
Pero, de pronto, la misma verdad que antes jugaba para el desánimo, se cambia de bando, y nos demuestra que también, tarde o temprano, la soledad se cansa de sí misma y de nosotros, y se va a buscar su propia inexistencia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario