lunes, abril 04, 2011

Trizas.

Incontables vuelos
que se desperezan
al atardecer.

Los cielos teñidos
de poemas áureos
preparan la noche.

Se asoma una risa
ufana, en la altura
coronando todo.

El viento se calma
y escucha el silencio
que deja su ausencia.

Los perros oscilan
entre la paciencia
y los alborotos.

El alma se hunde
en pensares gruesos
que poco prosperan.

Pero, sin embargo,
su propio ejercicio
convida verdades.

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